La sostenibilidad, un reto impostergable y una ventaja competitiva para las empresas iberoamericanas

¿Asumen realmente las empresas un rol activo en la evolución urgente hacia un modelo de negocio sostenible? ¿Pasar a la acción sale rentable? ¿Existe un compromiso sincero para mitigar los efectos del cambio climático? Son solo algunas de las preguntas a las que se ha buscado poner respuesta en el panel de apertura de la tercera y última jornada del III Congreso Iberoamericano de CEAPI, que ha tenido lugar esta mañana en el hotel Eurostar Madrid Tower.

La mesa ha estado moderada por Joan Clos, exministro de Industria, Comercio y Turismo y ONU Habitat (España), y ha contado con la participación de Clara Arpa, presidenta de ARPA (España), Roque Sevilla, presidente del Grupo Futuro (Ecuador) y Miguel Torres, presidente de Familia Torres (España).

Miguel Torres ha sido el primero en intervenir, señalando el gran impacto del cambio climático, “de clara naturaleza antropogénica”, sobre la viticultura, una industria que en los últimos años hace frente a heladas, incendios y olas de calor demoledores. Para él, el compromiso para tratar de frenar los efectos de esta realidad con peor pronóstico es ya ineludible. Además,  “lo que las empresas no inviertan hoy en este asunto, acabarán teniéndolo que pagar en un futuro en impuestos”, añade. La iniciativa de Bodegas Torres, por ahora, pasa por buscar nuevos escenarios, plantar hectáreas de árboles para reducir la huella del carbono, preferir los vehículos eléctricos y los materiales de envasado más sostenibles e invertir en placas fotovoltaicas y, sobre todo, en investigación.

Clara Arpa, activamente relacionada con los objetivos de desarrollo sostenible recogidos en el plan de acción adoptado por la ONU, se ha mostrado convencida de que involucrarse en su cumplimiento es una cuestión ya no solo empresarial, sino una filosofía de vida que ha dejado de ser una opción. “La sostenibilidad ha llegado para quedarse”, declara. Por ello, destaca también la importancia de la investigación para conseguir simplificar los procesos productivos y que las empresas conozcan qué pueden hacer para ahorrar energía, tiempo, así como para capacitar a la plantilla para que los empleados sean más polifacéticos. Esta es la única dirección para “lograr que los recursos sean lo más eficiente posibles”.

Por su parte, Roque Sevilla señala cómo en el sector turístico, lograr ser sostenibles es vital, “principalmente, porque la mayoría de nuestros proyectos se dan en áreas de conservación”. Entre las medidas que se han implantado en Grupo Futuro, destaca la de obligar a los turistas a asumir los gastos de su huella ambiental. “Un pasajero pide un viaje, nosotros diseñamos un proyecto y calculamos la emisión de CO2 que implica el movimiento de esa visita”. Después, se calcula el coste de los traslados en función de las toneladas de carbono emitidas (al precio de 16 dólares la tonelada) y se exige al pasajero que se responsabilice de este gasto para reinvertir ese dinero, a posteriori, en las áreas que demandan conservación y en adquirir nuevos bosques naturales de gran biodiversidad biológica.

Finalmente, todos los ponentes han coincidido en determinar que esta implicación empresarial para mitigar los efectos del cambio climático y proteger el medio ambiente no cabe entenderla sino como una inversión para evitar llegar a un punto irreversible de esta situación. Una postura que, de acuerdo con los valores que se advierten en las nuevas generaciones, están seguros de que será cada vez más premiada por el consumidor, en detrimento de la de aquellas otras empresas que aboguen por no mostrarse tan conscientes y sensibles ante esta emergencia de alcance mundial.

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