República Dominicana: un ejemplo para Iberoamérica
La República Dominicana es Caribe, playas y un paraíso de gente acogedora y entrañable. Pero también se trata de un país que se ha transformado en un “tigre” económico que le ha llevado, después de más de tres lustros de crecimiento casi ininterrumpido, a convertirse en la octava economía latinoamericana. Desde que superó la crisis de comienzos de siglo gracias a un amplio conjunto de reformas que modernizaron el sistema financiero y dieron equilibro a las cuentas públicas, la economía se ha expandido a tasas por encima del 5%, hasta doblar en 2018 su renta per cápita, con el desempleo en mínimos históricos y controlada la inflación.
Además, ya es en una nación clave geopolíticamente en un área tan delicada y compleja como la caribeña. Incluso ha demostrado capacidad para mediar en las crisis regionales como hiciera cuando escaló la tensión hace unos lustros entre Venezuela y Colombia.
La República Dominicana puede cerrar este año con un crecimiento superior al 10 %, situándose como uno de los de mayor dinamismo de América Latina.
El tigre caribeño
En 2018, su PIB cerró con una subida del 7%, liderando la expansión de toda Latinoamérica lo cual se repitió en 2019 con el 5%. La economía dominicana prepandemia iba en camino a cumplir la meta de alcanzar el status de alto ingreso para 2030, hasta que impactó el nuevo coronavirus. Tras la debacle de 2020 (-6,7), el Covid-19 provocó la primera recesión en 17 años, el país se expandirá tanto en 2021 como en 2022. La economía dominicana se ha recuperado rápidamente llegando a acumular un crecimiento del 12,7 % entre enero y septiembre de este año. Según las proyecciones del Banco Central, la República Dominicana puede cerrar este año con un crecimiento superior al 10 %, situándose como uno de los de mayor dinamismo de América Latina.
La estabilidad de las políticas fiscal y monetaria ha sido uno de los secretos de este éxito. Una estabilidad política-institucional que ha enmarcado este desarrollo tanto durante los años de hegemonía del PLD (2004-2020) como cuando se ha producido el cambio con la llegada al poder del PRM del actual presidente Luis Abinader. De hecho, la seguridad jurídica que han aportado las diferentes administraciones explica que la República Dominicana siga siendo el primer país de destino de la inversión extranjera directa (IED) en el Caribe: en el 2019 captó el 47% de las inversiones realizadas en la región, según la Cepal.
Esas políticas de estado, sostenidas a lo largo del tiempo, son las que han permitido que la administración pudiera desplegar una ambiciosa política social (recortes de impuestos y transferencias de efectivo a hogares y empresas) para paliar los efectos de la pandemia y mitigar la caída de los ingresos. En 2020, esas medidas ascendieron al 5,3% del PIB.
Con la modernización en el horizonte
La crisis de la pandemia ha puesto sobre la mesa la necesidad de aprovechar las oportunidades y de modernizar la economía dominicana.
En este sentido el país caribeño, dependiente del turismo y las remesas, persigue diversificar sus fuentes de riqueza mediante la industrialización de su economía (hasta ahora concentrada en material médico, dispositivos eléctricos, textiles y tabaco). Ahora el foco está puesto en potenciar sus 74 parques de zonas francas y aprovechar la ventana de oportunidad que representa el nearshoring (el traslado de las cadenas de producción desde Asia a países de la misma zona geográfica) que impulsan los EE UU.
Modernizar la economía es buscar nuevos nichos de expansión y reactivar los tradicionales. En este último sentido la República Dominicana ha dado una lección al mundo durante la pandemia con capacidad para reaccionar a las adversidades. La llegada de visitantes extranjeros cayó un 62,7% en 2020, lo que llevó a un desplome del 64% de los ingresos turísticos del país. Sin embargo, el país demostró una alta capacidad de resiliencia y respondió con presteza al reto que suponía una pandemia que paralizó el sector turístico. El propio secretario general de la Organización Mundial del Turismo, Zurab Pololikashvili, subrayó “el buen abordaje que la República Dominicana ha dado como país a la pandemia de la COVID-19 fruto de los esfuerzos del Gobierno y del trabajo aunado con el sector privado… un país referente en materia de turismo”.
Dada la magnitud de este golpe económico y social, el gobierno dominicano, encabezado por Luis Abinader, se abocó a proteger al sector para convertirlo en plataforma para la recuperación postpandemia. Una estrategia que estuvo basada en dos pilares. Al exterior, un fuerte liderazgo internacional y hacia el interior forjando sólidas alianzas público-privadas para atender a los sectores más golpeados y necesitado y para empezar a construir una economía sostenible social y medioambientalmente.
En la República Dominicana saben que el sector turístico es la columna vertebral de su economía pues da empleo a unas 500 mil personas. Por eso apostó por transformarse en uno de los líderes internacionales en la búsqueda de soluciones. De hecho, el país caribeño (Punta Cana) albergó la cumbre mundial -una reunión de 15 ministros de Turismo y cuatro viceministros de las Américas- que delinearon los acuerdos y mecanismos de colaboración para el relanzamiento del turismo. En esta cita se pusieron las bases del que será el sector turístico del futuro. Unos acuerdos que pasan por adoptar protocolos internacionales de seguridad sanitaria, apostar por la innovación y la transformación digital, desarrollar un turismo sostenible y reforzar los mecanismos de apoyo hacia los trabajadores y las empresas.
El liderazgo mundial dominicano fue de la mano de una política pública dirigida a proteger al sector de forma global: a los intereses empresariales y también a los de los trabajadores. El gobierno no solo extendió la ayuda a trabajadores suspendidos de hoteles, bares, restaurantes, aeropuertos y líneas aéreas, sino que además impulsó una campaña de vacunación para la totalidad de quienes están vinculados al sector turístico dominicano. Asimismo, se puso en marcha seguro médico gratuito para los turistas internacionales, con cobertura en caso de contagio. Las alianzas público-privadas fueron, asimismo, el sostén de toda esta estrategia. Desde la administración se creó un Gabinete de Turismo, un órgano encargado de pilotar la recuperación y canalizar los recursos. No solo articuló una batería de medidas sobre protocolos de seguridad e higiene sino que, en colaboración con el sector privado, puso en marcha de un Plan de Recuperación del Turismo Responsable. Así pues, una de las claves del éxito de la República Dominicana ha sido el haber apostado por afrontar la crisis con una doble visión: social para la protección de los trabajadores y empresarial reforzando las alianzas público-privadas para modernizar la matriz productiva y apostar por la sostenibilidad medioambiental y social.